Madurar
cuesta. No es fácil. Hay que tomar decisiones importantes con la
poca experiencia que aún tenemos. ¿Cuáles son las principales
decisiones?
1.
Qué quiero conseguir en la vida: En
esta decisión pueden influir mucho los mensajes que hemos recibido
de nuestra familia. «Hemos venido a este mundo a trabajar», o «la
vida son cuatro días, lo mejor es divertirse», o «lo más
importante es buscar la felicidad, o «hemos venido a este mundo a
sufrir», o «has de ser el mejor». No sólo los mensajes verbales,
sino también lo que se ha vivido y observado alrededor.
2.
Cómo lo quiero conseguir: Trabajar
mucho, aprovecharse del esfuerzo de los demás, casarse con alguien
que te aporte lo que quieres, hacer trampas… Hay muchas formas de
conseguir los objetivos. Hay decisiones, muchas veces inconscientes,
que marcarán un camino.
3.
Qué tipo de persona quiero ser: Luchador,
trabajador, pasivo, conformado, aventurero… A medida que nos
encontramos cómodos con nuestra forma de ser, vamos perfilando
nuestra personalidad.
4.
Cuáles son mis prioridades en la vida: A
qué le doy más importancia: Las prioridades van cambiando. A los 20
pueden ser los amigos, la fiesta o los estudios, a los 35 quizás
serán los hijos, y a los 60 hacer lo que realmente me gusta y me
llena. El niño no tiene muchas opciones para elegir. Pero a medida
que crecemos, vamos marcando nuestras prioridades.
5.
Cómo es el mundo: Para
el optimista, está lleno de oportunidades. Para el obsesivo, una
pila de cosas a controlar. Para el paranoico, un nido de serpientes
que quieren conspirar contra mí… Cada cual tiene su propia visión
del mundo en función de su forma de ser.
6.
Cómo son los otros: La
decisión de «cómo son los otros» puede ser de muchas formas. «Los
otros me ayudarán siempre que lo necesite», «me tengo que buscar
la vida y no debo contar con nadie», «la gente sólo quiere
aprovecharse de mí, no debo confiar en nadie», «lo importante es
colaborar y ser un equipo», etc.
7.
La sexualidad: En
esta etapa también se define la forma de vivir la sexualidad, el
género, la opción sexual y la frecuencia e importancia que se le
da.
El
paso de la adolescencia a la juventud está marcada por la crisis de
la maduración. Si las decisiones se han tomado de una forma
positiva, la persona adquirirá la autonomía (no tener que depender
de los demás), alcanzará la libertad con responsabilidad (sabrá
dónde empiezan y acaban los límites de la libertad) y vivirá su
sexualidad de una forma sana y responsable.
Si
se da una resolución desfavorable, se caerá en la dependencia o en
la rebeldía (y por tanto, en no decidir libremente y de forma
madura), las relaciones con los demás se volverán difíciles y
puede haber una vivencia de la sexualidad en términos de represión,
angustia o embrutecimiento, no respetar los sentimientos del otro,
etc.
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