En los últimos
3 años son muchas las voces que se han alzado para denunciar públicamente la
excesiva influencia que está acumulando la industria farmacéutica a la hora de
determinar qué es lo que puede considerarse enfermedad mental y cómo tratarla.
Estamos
asistiendo a una creciente e imparable expansión de categorías diagnósticas en
salud mental. Por ejemplo, en la nueva versión del DSM-V (clasificación de los
trastornos mentales que elabora la asociación americana de psiquiatría),
aparecen etiquetados como “enfermedades mentales” comportamientos que en
realidad no tienen nada de patológicos, como pueden ser la timidez, la apatía,
la introversión, etc. Fruto de estas críticas y de una importante campaña de
recogida de firmas se ha conseguido que algunas de las nuevas propuestas
diagnósticas más controvertidas no sigan adelante... Seguir leyendo...
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