Cuando el niño o la niña son pequeños, no tienen bastante
información del mundo. Se basan en la observación de las reacciones de los
padres para saber cuándo hay un peligro. Escuchan sus advertencias, y las creen
a “pies juntillas”. A esto lo llamamos “tragarse la información sin masticar”.
Si observamos a los cachorros de los animales, aprenden
por imitación de las madres (o padres). Los antílopes y herbívoros en general,
aprenden a saber cuándo hay un peligro imitando a la madre. De una forma
similar, el bebé observa las reacciones de los padres y “aprende” de sus
miedos.
A medida que el niño gana en autonomía, va recibiendo
mensajes verbales y no verbales que le advierten del peligro: aprende a cruzar
una calle, a ir solo a comprar, a quedarse solo en casa y a no abrir la puerta
a los desconocidos, etc...
Pero, ¿qué pasa cuando hay un padre o madre excesivamente
ansiosos? De aquellos que, el hijo tiene 20 años y aún le recuerda cada día que
debe cruzar por el semáforo... Seguir leyendo...
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