Una conversación entre San Jorge y el Dragón

De como, a menudo, nos centramos más en aquello que se espera de nosotros, que en escuchar lo que verdaderamente queremos hacer. 
 
 
SAN JORGE:  Ya te dije que yo también era partidario de una tregua para poder celebrar el día del libro con tranquilidad, aunque sea sólo una vez en nuestras eternas vidas. Pasear por las Ramblas entre paradas de libros y poderme comprar uno me resulta más estimulante que volver a representar por enésima vez nuestra lucha.
Luchar, luchar y luchar: esta es la conducta que se espera de mí. Y yo que, muchas veces, dejaría las armas y me pondría a leer...
 
EL DRAGÓN:  Para tu tregua de hoy, tú dejas de atacarme, ni que sea de palabra, y yo dejaré de reírme, de un personaje como tu, que todavía va vestido como los guerreros de la edad media. Tratemos de pasar un buen día y de entendernos, al menos hasta que toquen las doce campanadas de la media noche.
 
SAN JORGE:  Te ríes de mí porque voy vestido de guerrero, pero esta ropa que a ti te parece ridícula –y a mí también- es una imposición social. El escudo y la espada son un engorro. Mi cota de malla me da calor. El casco me produce dolor de cabeza. Pero nadie espera que San Jorge lleve, pongamos por caso, unos tejanos y una camiseta de algodón. Como nadie admitiría que un ejecutivo de una empresa llevara bermudas verdes y sandalias rojas. En fin, vivir atrapado en un rol que te imponen es una murga. Quien sabe si no me gustaría más ser princesa y dejar que alguna vez San Jorge me salvara a mí... ¿A ti no te agota tener que hacer siempre el papel que te han adjudicado? ¿No querrías salirte alguna vez?
 
DRAGÓN:  ¡Pues claro que me agota! Cuando todo esto de San Jorge y el dragón empezó, el mundo era bien diferente. No hacía falta salvar princesas porque los dragones no las teníamos prisioneras. Y vivíamos en tierras pantanosas que ahora ya no existen porque los humanos son tan depredadores que las han convertido en desiertos.
 
SAN JORGE:  Yo también añoro aquellos tiempos de bosques verdes y mares de espigas doradas. ¡Si incluso mi nombre lo denota! Jorge, según la etimología griega, significa “el que trabaja la tierra”. Y así era como vivían nuestros ancestros: de los cultivos. Ahora aún hay personas que se dedican a ello; el problema, sin embargo, es que la tierra ya no es la misma, porque, efectivamente, como especie depredadora, hemos abusado y mucho.
 
Librillo editado por Banc Sabadell, de Gemma Lienas y Rosa Regàs
Transcripción parcial


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