LA DEPRESIÓN Y EL CUERPO

Fijémonos en el cuerpo de una persona deprimida. Los hombros se desplazan hacia delante, oprimiendo así la caja torácica. Esto hace, que no nos entre la misma cantidad de aire. El oxígeno es una de nuestras fuentes de energía. Si recibimos menos, nuestra energía disminuye y hace que la depresión vaya ganando terreno. Es una cadena. Este encogimiento del pecho es, a la vez, una defensa contra el llanto. Tiremos los hombros hacia atrás y levantemos el tórax. ¿Verdad que ahora el aire entra mejor?. Respiremos hondo. Notemos cómo nuestro cuerpo empieza a llenarse de energía.

Fijémonos ahora en las extremidades de una persona deprimida. Parece que cuelguen. Unas piernas que “cuelgan” no caminan hacia ninguna parte. Unos brazos caídos no “cogen” nada. La acción, la actividad está limitada y esto se refleja en el cuerpo. Volviendo al ejercicio de la respiración, llenemos de nuevo los pulmones y enviemos mentalmente el aire hacia el vientre y, desde el vientre, a nuestros brazos y piernas. Notemos cómo la energía se extiende.

Este ejercicio tan simple nos puede servir para comenzar a combatir la depresión.

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