Cuando
yo me vaya, no quiero que llores, quédate en silencio, sin decir palabras, y
vive recuerdos, reconforta el alma.
Cuando
yo me duerma, respeta mi sueño, por algo me duermo; por algo me he ido.
Si
sientes mi ausencia, no pronuncies nada, y casi en el aire, con paso muy fino,
búscame en mi casa, búscame en mis libros, búscame en mis cartas, y entre los
papeles que he escrito apurado.
Ponte
mis camisas, mi sweater, mi saco y puedes usar todos mis zapatos. Te presto mi
cuarto, mi almohada, mi cama, y cuando haga frío, ponte mis bufandas.
Te
puedes comer todo el chocolate y beberte el vino que dejé guardado. Escucha ese
tema que a mí me gustaba, usa mi perfume y riega mis plantas.
Si
tapan mi cuerpo, no me tengas lástima, corre hacia el espacio, libera tu alma,
palpa la poesía, la música, el canto y deja que el viento juegue con tu cara.
Besa bien la tierra, toma toda el agua y aprende el idioma vivo de los pájaros.
Si
me extrañas mucho, disimula el acto, búscame en los niños, el café, la radio y
en el sitio ése donde me ocultaba.
No
pronuncies nunca la palabra muerte. A veces es más triste vivir olvidado que
morir mil veces y ser recordado.
Cuando
yo me duerma, no me lleves flores a una tumba amarga, grita con la fuerza de
toda tu entraña que el mundo está vivo y sigue su marcha.
La
llama encendida no se va a apagar por el simple hecho de que no esté más.
Los
hombres que “viven” no se mueren nunca, se duermen de a ratos, de a ratos
pequeños, y el sueño infinito es sólo una excusa.
Cuando
yo me vaya, extiende tu mano, y estarás conmigo sellada en contacto, y aunque
no me veas, y aunque no me palpes, sabrás que por siempre estaré a tu lado.
Entonces,
un día, sonriente y vibrante, sabrás que volví para no marcharme.
Carlos
Alberto Boaglio
Poeta y dramaturgo
argentino
No hay comentarios :
Publicar un comentario