Se acaba el año y os
invito a hacer un pequeño ejercicio: en una hoja, haced una línea en medio para
separar dos columnas. A un lado, las cosas positivas del año. En el otro lado,
las negativas. Es nuestro balance personal. Si lo dejamos por escrito, lo
podremos coger dentro de unos años, y recordar cosas muy lejanas, y ver qué
retos nos quedaron pendientes y alcanzamos más tarde, y también observar qué
asignaturas vamos dejando pendientes año tras año.
No olvidéis poner al
menos: un reto conseguido, una asignatura pendiente. Una nueva persona en
nuestra vida, una que se ha marchado. Un nacimiento, y una persona que nos ha
dejado para siempre. La alegría de que seguimos vivos, de la salud, de que
seguimos hacia adelante, aunque a menudo tengamos que luchar. Las sensaciones
no tan buenas, como la injusticia, la indignación, la tristeza... los problemas
de la sociedad en que vivimos. Pero también todas las cosas buenas que se están
moviendo dentro de las personas: la solidaridad, el altruismo, la sensibilidad
hacia el sufrimiento de los demás... Los buenos momentos que hemos pasado con
familiares y amigos. La alegría que nos transmiten los más pequeños. Una
fiesta, una celebración, y también una despedida.
Os propongo quedaros con
una imagen, una sola, que resuma el año. Una imagen que os recuerde un momento
feliz. La felicidad no es un sentimiento permanente en el tiempo: la felicidad
se compone de momentos puntuales, de instantes que hemos de almacenar en
nuestra memoria, de vivencias que empiezan y acaban. Mi imagen es la puesta de
sol desde el faro de Finisterre. ¿Cuál es la vuestra?
Os agradezco a todos los
que me seguís en mi web, a los que me leéis de forma puntual y a todos y todas
los que estáis presentes en mi vida. A todos os deseo un 2013 lleno de nuevas
oportunidades, de vivencias, de nuevos aprendizajes y momentos que nos hagan
disfrutar y nos recuerden la importancia de seguir vivos.
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