SOLTANDO LASTRE


Cuando un año se acaba, muchos de nosotros aprovechamos para hacer balance, para recordar todos los buenos momentos que hemos vivido y todas las experiencias no tan agradables, que no por ser duras son menos importantes: siempre digo que, de una mala experiencia, por lo menos extraemos un buen aprendizaje.

Si lo necesitas, y crees que ahora es un buen momento para ti, este balance lo puedes hacer ahora mismo.

Cuando yo lo hago, me gusta dar las gracias por muchos motivos: porque estoy viva, porque tengo salud, a pesar de pequeños achaques, porque puedo disfrutar de la compañía de mi familia, de mis amigos... Porque tengo la suerte de tener trabajo, y tengo el privilegio de ganarme la vida haciendo lo que me gusta. Y porque he aprendido a disfrutar de la vida, a sacarle todo el jugo posible. Disfruto recorriendo la naturaleza con mi bici, descubriendo nuevos caminos, cantando Gospel un día a la semana en un coro y muchas aficiones más.

Ya he aprendido a no hacerme grandes propósitos para el año que entra, propósitos difíciles que sé que durarán cuatro días. Acostumbro a hacer uno, a centrar mi energía en un solo objetivo. He aprendido que es más efectivo concretar la energía en un solo propósito. La meta que me he marcado para este año, me la guardo para mí.


Pero más allá de resúmenes de año y propósitos nuevos, un cambio de año es una fecha que puede servirnos para marcar un antes y un después. Cualquier día es bueno para tomar decisiones importantes, pero parece que el cambio de año se presta a ello. Os quiero hacer una propuesta: todos tenemos temas que vamos arrastrando, situaciones y vivencias dolorosas de nuestro pasado que se convierten en una carga que no nos deja avanzar. Un pasado difícil, una etapa dura, la ruptura de una relación, una muerte dolorosa, un trauma que nos marcó...y muchas veces, sin darnos cuenta, lo arrastramos como una carga pesada. Una carga que nos dificulta la vida, nos impide disfrutar plenamente del presente, una espina clavada que nos sigue mortificando... Os invito a soltarla. Dejar que se vaya. Despedirnos. Sólo dejando que se vaya el pasado podremos recibir el presente de una forma plena. Cuando seamos capaces de hacer este paso nos sentiremos liberados y nos daremos cuenta de que podemos caminar, respirar, vivir y avanzar con mucha más fluidez.

El odio y el rencor sólo nos hacen daño a nosotros. Puede parecer que tiene connotaciones religiosas lo que os diré, pero el perdón nos libera. Sólo cuando se experimenta se puede entender. El odio nos hace daño, es una energía negativa que tenemos dentro de nosotros. No es productivo. No sirve para solucionar nada. Ni para arreglar el pasado. Sólo nos mortifica a nosotros, nos obliga a tener presente constantemente el agravio, a seguir sufriéndolo. Cuando soltamos, cuando enterramos el pasado, pasamos página y empezamos a vivir y a disfrutar plenamente del presente. Os invito a soltar vuestro lastre. Dejar atrás los agravios, las ofensas, las etapas oscuras, el daño que nos han hecho... y empezar a vivir plenamente, con sentimientos positivos, a enfocarnos en el futuro, a poner ilusión y esperanza en nuestros actos. El presente es el momento en el que estamos vivos, en el que estamos latiendo, respirando. Es necesario que aprendamos a disfrutarlo, liberándonos de las cargas del pasado, que no nos aportan nada.

Bienvenido/a a tu presente.

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