Hace unos años,
casi no se oía hablar de trastorno bipolar. Últimamente, están aumentando las
personas que son etiquetadas con esta palabra. Pero para que se pueda hablar de
un trastorno bipolar propiamente dicho, deben coincidir una serie de factores:
1. Las personas
cambian de estado de ánimo: unos son más variables, otros son más estables.
Unos días podemos estar más animados, y otros más decaídos. Pero a esta
variación, que es normal, no se la puede etiquetar como bipolar.
2. Para que
haya un trastorno bipolar, debe haber una depresión con todas sus
características y también un trastorno maníaco, con todas sus características.
(vistas ya en los últimos artículos).
3. Tanto el
estado depresivo como el maníaco, causan alteraciones importantes en la
conducta de la persona, que afectan a su vida rutinaria, laboral, social, etc.
4. Tanto los
episodios maníacos como los depresivos tienen una duración constante de varios
días o semanas seguidos. Cuando uno tiene “un día malo” o “un día eufórico” de
forma puntual, no podemos hablar de trastorno bipolar.
5. Para poder
hacer un diagnóstico, la persona ha de pasar al menos dos años seguidos con
alternancia de los dos estados.
6. Durante un
periodo de dos meses, no hay ni un solo día en que no aparezca claramente uno
de los dos estados, depresivo o maníaco.
7. Las
alteraciones del estado de ánimo no serán debidas ni a otros trastornos
mentales ni al consumo de sustancias como drogas, alcohol, etc.
8. Con todo, el
diagnóstico tendrá que ser evaluado por parte de un profesional, que pautará el
tratamiento oportuno.
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